Dicen que no muy lejos de aquí, aunque eso depende de donde
os encontréis, apareció un día el cadáver de una chica montado en una balsa,
flotando por el río. Nadie la reconoció, ni su nombre, ni su origen, ni la
causa de su muerte, era como si ella viniera de muy lejos.
Uno de los chicos que encontró la balsa volvió a casa
temprano. El cadáver de la chica le había dejado un tanto traumatizado, pues
jamás había visto uno. Vivía solo en su casa, se levantaba temprano y regresaba
muy tarde, pues el trabajo le ocupaba muy tiempo.
Esa noche soñó con la chica muerta, supuso que por el
trauma. La veía junto al río, sentada en la orilla arrancando flores margaritas
y tirando los pétalos al río. Al final del sueño, ella escribía algo en un
papel, y se lo escondía bajo la almohada. Después sonreía como una niña
pequeña, y desaparecía entre la maleza del bosque.
El chico despertó sobresaltado, y se limpió el sudor de la
frente. Había sido un sueño extraño, y lo más raro era que recordaba lo que
había soñado, pues normalmente no lo hacía.
Continuó su día normal, pensando en la chica del sueño, y
cuando se volvió a acostar, se preguntó si volvería a soñar con ella.
Ahora ella estaba en el pueblo, comprando una piruleta de
colores, y se iba con el chico a la pradera del poblado. Entre ellos hablaban
de muchas cosas, todas maravillosas, y ambos no paraban de reír. Al final del
sueño, ella tiraba el palo de la piruleta finalizado y ambos volvía corriendo
al poblado.
El chico volvió a despertarse sobresaltado. Empezaba
asustarle esto de recordar los sueños, además de ser siempre sobre ella.
Aun así, continuó su vida normal, pero cuando se volvió a
acostar, temía cerrar los ojos, por si se volvía a encontrar con ella.
Sus temores se cumplieron cuando la chica de sus sueños
caminaba junto a él entre las ramas de los bosques. La chica señala un árbol
muy alto entre las hojas, y después corre hacia él. No duda ni un momento en
comenzar a escalarlo, y el chico la sigue, hipnotizado.
Al llegar a una de las ramas más grades, la chica se detiene
y se sienta, junto con el chico. Ambos se miran a los ojos, y ella lo besa. El
chico nota en sus entrañas el beso, el efecto que le hace en los labios, y se
estremece en sueños. Cuando se separan, se vuelven a mirar a los ojos, y se
sonríen. La chica se acerca a su oreja, y delicadamente, le susurra unas
palabras al oído.
“Mañana no te acordarás de mi”
El sonríe y lo niega, diciéndole que es inevitable no
acordarse de ella. La chica le mira tristemente, y murmura algo entre labios,
para luego contestarle que si lo hará, todos los hacen.
El chico no entiende sus palabras, y se despierta otra vez
sobresaltado y lleno de sudor.
Ahora no aguanta más. Lleva tres noches soñando con ella y
acordándose perfectamente de los sueños.
Aun así, no dice nada a nadie y continúa su día.
La cuarta noche no se atreve a irse a la cama, pero sabe que
si no lo hace mañana no podrá trabajar bien.
Cuando cierra los ojos, la chica y él están sobre la cama de
él, la reconoce perfectamente. Se están contando cosas al oído, como si alguien
los estuviera escuchando, y ambos se ríen de su comportamiento. Él saca un
bolígrafo de su bolsillo, casa gastado ya, y escribe en el cuello de la chica
tres simples palabras.
“Jamás te olvidaré”
Luego ella sonríe, y se vuelve a despertar.
Esas tres palabras le resuenan en la cabeza, haciendo que se
tenga que levantar rápidamente y mojarse la cara para despertarse
completamente.
Ese día no hay trabajo, por lo que se queda en casa,
pensando. Decide dibujar en un cuaderno todos sus sueños, con detalle colores y
sentimientos, esperando que si los ve sobre la hoja, le digan algo. Pero no es
así. Solo piensa en ella, en todos sus sueños, en todas las veces que ha
olvidado los otros, pero estos no, estos siguen ahí.
Cuando se vuelve a acostar solo piensa en que va a volver a
soñar con ella, y teme volver a hacerlo. ¿Qué será esta vez? ¿Qué le está
ocurriendo? ¿Se estará volviendo loco?
Él y la chica vuelven a estar en el río, ella sentada en su
regazo, mientras que él le besa el cuello. Pasan un rato así, hasta que ella
roza las aguas del río, mientras murmura.
“¿Sabes? Me encantaría morir en el agua. Me parece una
bonita forma de morir”. El se extraña pero no le pregunta el porque, y siguen
hablando de más cosas.
Cuando él se despierta, descubre que está llorando, y
rápidamente se seca las lágrimas con el brazo. Debe hacer algo, tiene que
olvidarla de alguna manera, solo son sueños, y tienen que acabar.
Se levanta de la cama, coge su chaqueta, para dirigirse al
río, puede que allí piense mejor.
Al llegar, descubre que está en la misma orilla de su sueño.
Se sienta allí, se abraza las rodillas y contempla el paisaje. Se asombra de su
propia imaginación pues el paisaje de sus sueños es exactamente él mismo que el
real, sin ningún fallo. Nota como el agua le moja los zapatos, y baja la vista
mientras se limpia el agua.
Le llama la atención algo que flota sobre el agua, es blanco
y alargado, y el corazón se le encoge al reconocerlo.
Es el palo de la piruleta.
Lo suelta nada más agarrarlo, y huye despavorido hacia el
pueblo.
Cuando está a medio camino, recapacita sus actos. No puede
ser el mismo palo, posiblemente sea de alguna persona que lo tiró al río cuando
se lo acabó y justamente él a soñado lo mismo. Puede haber sido coincidencia.
Aun así, está temblando de pies a cabeza, así que decide ir
a hacer una visita al deposito de cadáveres.
Cuando llama a la puerta, un anciano en camisón le recibe.
Al principio nadie habla, pero después el anciano le pregunta que qué quiere
tan temprano. Él, balbuceando, le suplica si puede ir a ver el cadáver de la
chica que encontraron en el río. El anciano, a regañadientes, lo conduce a la
sala blindada de los cadáveres.
No se esperara que oliera bien, pues se supone que aquí solo
hay muertos. El anciano se acerca a uno de los cajones y tira del asa.
Entonces la ve frente a él. Es mucho más doloroso que la
primer vez, pues ahora le ha visitado en sueños cuatro veces. Pide al anciano
si puede verla desde más cerca, y el le dice que si quiere espera fuera. El chico
se queda solo con el cadáver de la chica. Acera la mano muy lentamente hacia su
cuelo y retira la manga del jersey que lleva, con manos temblorosas.
El corazón se le detiene por segunda vez en la mañana cuando
ve las palabras medio borras por el agua: “Jamás te olvidaré”. En ese momento
rompe a llorar y cae de rodillas. De su bolsillo se escurre algo de plástico y
hace un curioso sonido al caer. El Boli con el que escribió las palabras.
Huye del deosito de cadáveres sin ni siquiera dar las
gracias y corre hacia casa. Habre de un portazo con el hombro y se deja car
sobre la cama. La conocía, él la cnocía… ¿Cómo no se puede acordar de ella?
¿Qué ocurrió para que la olvidara? ¿Por qué le ha pasado esto?
Agarra la almohada con fuerza y la aprieta contra su rostro.
No es hasta pasados unos momentos cuando descubre una hoja
de papel bajo esta. S limpia los ojos y la agarra delicadamente. Cuando la lee,
siente como su cuerpo pierde fuerzas, sus ojos se ciegan por las lágrimas y cae
semi inconsciente sobre las sábanas. Por unas simple palabras:
“Te dije que me olvidarías, y yo no sé vivir sin ti. Te
quiero, no me vuelvas a olvidar”.
Nadie supo por qué al día siguiente apareció el cuerpo del
chico colgado de la biga del techo, con los ojos llorosos y una carta en la
mano. La gente no entendía las palabras en ella, pues nadie conocía demasiado a
este chico. El cuaderno de dibujos lo encontraron poco después bajo la cómoda. Observaron
una chica en el río tirando pétalos, la misma chica escribiendo en un papel, y también
escalando un árbol, y sonriendo mientras se comía una piruleta, y también como
el chico le escribía unas palabras sobre el cuello, y a los dos sentados junto
al río.
La reconocieron como la chica del río, la que apareció
muerta, y supusieron que él sería su amado, que se había colgado por la
tristeza de perderla.
Técnicamente no se equivocaban, pero nadie supo jamás que él
nunca cumplió su promesa de jamás olvidarla, y que por eso se colgó, pensando
que en la muerta la encontraría y le juraría no volver a olvidarla.
Y nadie, ni siquiera él mismo, sabe si se cumplió.